Probablemente 2020 pasará a nuestra biografía como el año del antes y el después en muchas rutinas. Ha cambiado tanto nuestra manera de vivir y de expresarnos que todavía no ha dado tiempo a asimilarlo. Enero comienza con Filomena y una ola de frío polar que nos somete a más estrés aún. Vivir confinados nos demanda que sepamos poner nombre a muchas emociones (negativas y positivas) para poder gestionarlas adecuadamente.
Pensar en ello y hacer algunos propósitos ahora que estamos estrenando un nuevo año puede ser de gran ayuda para mejorar nuestra convivencia familiar.
La inteligencia emocional se puede construir en familia a base de rutinas. En Fuenllana desde hace años llevamos lo hacemos desde la etapa de Infantil, a través del proyecto de Educación Responsable con recursos que nos facilita la Fundación Botín.
Los sucesivos confinamientos han reforzado el binomio familia-escuela en la educación de nuestros hijos. Por ello tener algunas herramientas en casa para rebajar el estrés y mejorar la educación emocional puede ser un reto que nos lleve a tener unas metas comunes en casa.
Sin querer ahondar en aspectos científicos sobre el tema, pretendo facilitar aquí algunas ideas sencillas y abarcables que hagan nuestra vida familiar más amable y abierta al cambio de costumbres. Estas son 4 maneras sencillas de practicar en casa la Inteligencia Emocional:
Esos tiempos de conversación pueden ser diversos pero poner el foco en un espacio concreto como la mesa de la cena familiar se hace más necesario que nunca.
Expertos de Harvard han llevado a cabo la iniciativa The family dinner project Me impactó participar en un taller hace algunos años y ver su afán por poner en valor el momento de la cena en casa. Su lema es “ COMIDA, DIVERSIÓN, CONVERSACIÓN” y ofrecen ideas para convertirlo de verdad en el rato más deseado del día para la familia.
Demuestran científicamente que los niños que cenan con sus padres crecen en autoestima, mejoran su vocabulario, evitan síntomas de depresión (en la adolescencia especialmente de anorexia). Desde esta plataforma facilitan ideas de recetas y de conversaciones de las que tirar cuando estamos muy cansados para improvisar. Muchos debates que surjan nos ayudarán a practicar la inteligencia emocional con una escucha activa, haciendo comidas especiales a cada miembro de la familia, recordando momentos o viajes que hicieron felices.
Evitar el uso de dispositivos electrónicos y pantallas durante esos tiempos es fundamental para participar activamente en la cena.
Crecer ayudando a crecer a los demás, con el ejemplo en los pequeños detalles, que son los que hacen grande cada día. Tal vez ayude de vez en cuando crear una lista de deseos entre todos para la semana y dar ideas entre todos para saberse sorprender.
Cada familia tiene su propio ADN y costumbres. Apostar por mejorar en algunos aspectos requiere poner intención y rumbo a esos objetivos fijados, voluntad para llevarlos a cabo en el tiempo con flexibilidad y optimismo, y mucha paciencia para no pretender ver cambios a corto plazo. La inteligencia emocional tiene un papel clave en la gestión de las emociones. Vivimos tiempos de miedo y frustración pero lo es a la vez de oportunidades para que la familia se fortalezca ya que pasamos más tiempo juntos de calidad. Seamos una familia en acción que reacciona con flexibilidad al paradigma actual.
Creemos 4 rutinas que abracen esta dimensión psicológica emocional y veremos cómo nos comprendemos mejor, ya que las emociones tienen un papel fundamental tanto en nuestra manera de socializar en casa como en las estrategias de adaptación al medio que nos está tocando vivir. Toda mejora empieza por uno mismo.
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Beatriz Rodríguez-Rabadán B.
Máster Ciencias de la Familia UNAV