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Educar en la paciencia

Educar en la paciencia

feb 14 - 2025

Primavera de 1974. Parecía una visita más al pediatra, pero no lo era. Y allí, con muchísima educación, pero mayor aún la preocupación, esa madre primeriza lo soltó: “Doctor, estoy muy preocupada por mi hijo. Por mucho que abra su boquita y palpe en su interior, no veo ni toco un solo diente. Y ya va a cumplir un añito. Esto no es normal”. A lo que el médico respondió, con una sonrisa en esa boca que mostraba unos buenos y blancos incisivos: “¿señora, ha visto usted alguna vez a un joven sin dientes? Tiempo al tiempo. Paciencia, esos paletos asomarán en breve.”

Puedo asegurar que ese niño, a día de hoy, tiene una dentadura perfecta. Han pasado ya 50 años, pero lo que en aquella época era una cuestión médica sin importancia, hoy lo vivimos constantemente a la hora de educar, sea en casa o en el colegio. Nos falta paciencia. No educamos la paciencia. No desarrollamos la paciencia. La experiencia me dice que nos enfrentamos a uno de los retos más difíciles en el ámbito de la educación, pues la inmediatez en la que nuestros hijos están siendo educados, está haciéndoles perder muchos de los contenidos vitales que les harán mejores en el futuro. Y no estamos sabiendo revertirlo.

Virtudes cardinales como la templanza, la justicia, la prudencia y la fortaleza están siendo minimizadas por la falta de paciencia.

No podemos olvidar que, como padres, nuestro objetivo es orientar el camino vital de nuestros hijos, que va desde la infancia hasta la madurez. Y hasta ese estado no hay que perderse ninguna de las fases intermedias: la niñez, la adolescencia, la juventud, etc… Sólo con dosis de espera, en muchos casos eterna e infinita, haremos que nuestros hijos puedan ir superando cada una de esas etapas de forma plena y satisfactoria.

educar en paciencia

La educación plena, aquella de la que uno puede sentirse orgulloso por haberla inculcado en el hogar o el centro escolar, está llena de retos en el corto, medio y largo plazo. Ninguno de ellos es desdeñable, ninguno puede ser eliminado, aunque si queremos hacer un favor a nuestro hijo, sin lugar a dudas, el enfoque hay que ponerlo siempre en el largo plazo. El medio plazo es aquel en el que tenemos que hacer ver a nuestros pequeños que su objetivo es alcanzable (pues les es muy complicado entender tan larga extensión temporal), y el corto plazo ha de ser utilizado como referencia para lograr pequeños premios o fracasos, como ese caramelo que saboreamos unos minutos, pero que no sacia realmente el hambre.

¿Qué es lo que de verdad importa?

Pensemos en nuestra etapa escolar: un examen, una evaluación y un curso. ¿Qué es lo realmente importante, visto años después? Son muchas las ocasiones en las que lo mediato hace daño a lo que está aún por llegar, más lejano en el tiempo. Y tenemos que ser capaces de transmitirlo a nuestros hijos. No es cuestión de eliminar, pero sí es capital saber distinguir entre lo urgente y lo importante. Y dejarlo muy claro desde el principio, eso sí, teniendo en cuenta siempre que cada niño, cada niña, tiene un proceso de maduración diferente, unas características que hay que modelar con mimo y en detalle. Y necesitan de un espacio personalizado.

Siendo indiscutible que vivimos en una sociedad que no está cultivando la virtud de la paciencia con el celo que debería, creo que todos estamos de acuerdo en que los beneficios son enormes, y que son muchos los personajes que han destacado en la historia de la humanidad por su extraordinario temple, aquel que da al tiempo su espacio y forma, sin urgencias innecesarias. Pensemos en aquellas parejas, equipos, países, civilizaciones, todos esos conjuntos que han sido y siguen siendo relevantes. Han necesitado tiempo. Mucho tiempo. De calidad, de tranquilidad, de oración, de espera, de silencio, de exigencia. Simple y llanamente, tiempo.

Educar en la paciencia 2

¿Qué razones me llevan a pensar que no podemos nosotros, educadores y padres, aplicar estas dosis de aguante, perseverancia, entereza, temple, calma, tranquilidad, en fin, paciencia, para educar en el largo plazo? Como profesores, nuestro objetivo, recordad, no es que los alumnos aprueben un examen o una evaluación. Nuestro reto es que sean los mejores en un curso. Diría más, obtener el premio al finalizar sus estudios correspondientes. Como padres, son tantos los pequeños exámenes del hogar, la familia, en fin, la vida, que irán aprobando o suspendiendo nuestros hijos, que no nos tienen que hacer dudar sobre nuestro objetivo final, que no es otro que el de ser extraordinarias personas con mayúsculas. Concedámosles tiempo. Exijámonos paciencia.

Claves para educar en la paciencia

Educo en la paciencia:

  1. La paciencia es siempre activa, requiere de esfuerzo en la espera. No me dejo simplemente llevar. Estoy atento y veo cómo evoluciona esa espera.
  2. La paciencia empieza en uno mismo. Aplico el tiempo necesario para ser paciente. Y me puedo equivocar, pues tengo ese derecho a que no todo salga bien. No es sólo una responsabilidad.
  3. La paciencia es gratis. El tiempo, en ocasiones, no. Pero la forma de leer ese tiempo, la manera de dirigir ese tiempo, es gratuito.
  4. La paciencia implica firmeza, pero no rectitud. Las normas, los límites, la disciplina ayudan. Pero ayuda más el sentido común, que siempre ha de estar acompañado de temple.
  5. La paciencia se lidera con positividad. La espera, con optimismo, es menos espera.
  6. La paciencia se educa. Y como casi todo, con el ejemplo.
  7. La paciencia se premia. Y casi todos los premios vienen de su mano, sin necesidad de comprarlos.
  8. La paciencia abre mentes, detecta errores, pero a su vez amplía las alegrías.
  9. La paciencia nos hace ver en un niño, un adulto en el horizonte. Ese que todos queremos que sea.
  10. “El hombre que es maestro de la paciencia es maestro de lo demás” (George Savile, político y escritor inglés del siglo XVII).

Escrito por Fernando Martín, Jefe de Estudios de Bachillerato y del Departamento de Idiomas del Colegio Andel.

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